miércoles, noviembre 23, 2005

Una noche perfecta

Es difícil comenzar. Se puede hablar de la trayectoria de una banda que, a más de diez años de su nacimiento, sus clásicos no han perdido ni una pizca de la potencia con la que se dieron a conocer. Se puede hablar del sabor que genera marinar a una fanaticada durante 14 años, con discursos, estrofas y discos respetables y limpios de los males de la música popular. Se puede mencionar una generación que creció mirando a unos ídolos ajenos en la televisión, y que soñaba con ver a Kurt Cobain en Santiago el mismo día en que apretaba el gatillo, o que fantaseó con ver a Vedder y compañía, al mismo tiempo en que aplaudíamos su lucha contra Ticketmaster.

Estos ingredientes básicos estuvieron en su punto perfecto. Elegidos con pinzas. Una banda que ya no sólo es representante de una época, sino que se ha transformado, a pulso, en un grupo de rock de alto nivel. La enfermante y despiadada espera, que nos volvió locos. Y por eso la noticia de su visita, algún día del 2005, se sintió tan fuerte como la vez que escuchamos por primera vez Alive en una radio. Es el resultado de la mediatización de la música, elemento que nos es tan propio que creemos injusto el mundo porque, en esto pastos, no podremos sentir la potencia de la banda que pudimos amar en algún minuto. Una banda que supimos no habíamos olvidado cuando se confirmó la fecha y el escenario del show. Una banda que volvimos a amar cuando la lluvia caía, el vapor volaba y los corazones latían en frenesí hasta detenerse por completo, durante milésimas de segundo, con los primeros acordes de “Release Me”. Y hoy, una banda que no olvidaremos.

Si a los ingredientes básicos le sumamos una suave lluvia que recordaba las húmedas imágenes del icónico Seattle que conocimos con MTV, el resultado no puede ser menos que idílico.


Cuando acabó, si bien hubo desazón, claramente el público estaba satisfecho. Pletórico. Hinchado de placer. Los comentarios tras “Alive”, las caras de la audiencia tras “Black”, el gesto de éxtasis con los primeros acordes de “Yellow Ledbetter”, otorgaron valor agregado a la entrada, que se guarda como tesoro en la billetera. O los aplausos del público, que respondía con amor y pleitesía la ejecución musical de un puñado de chicos que sólo vinieron a rockear al sur del mundo. Y se encontraron con 25 mil voces que esperaron 14 años para explotar de verdad. Detonación que reventó una noche en San Carlos, que voló la cabeza de Pearl Jam en pleno, y que incluso sorprendió a los mismos asistentes, que se dieron cuenta, una húmeda noche en la precordillera, del poder de la música. En la misma precordillera que sostendrá en sus brazos los ecos de Vedder y de Santiago, la noche en que todo fue perfecto… o pudo serlo.

La bella espina


Fue un error. De ambos, supongo, pero más mío. Mío porque sabía que significaba el evento. Mío porque sabía el valor de aquel momento. Pero también de ella, que no le otorgó la importancia que merecía. De ella porque no calculó bien el momento en que llegaba. De ambos, supongo.

La previa fue ruda. Ruda porque, de a poco, nos fuimos dando cuenta de lo que íbamos a perdernos. De a poco ella se fue dando cuenta que la había cagado. De a poco me fui dando cuenta de que la había cagado. Para ambos fue ruda, supongo.

Llegar al estadio fue extraño. Fue extraño porque sabía que faltaba algo. Fue extraño porque sabía que podría haber hecho más para estar completo. Fue extraño porque ella se fue emocionando a medida que avanzaba la hora. Y fue extraño porque ella sabía que no debía estar haciendo llamadas perdidas, sabía que estaba en el lugar equivocado, que su puesto era en otro lado, en la precordillera, sudando, con polvo y el pelo mojado a la rápida con agua mineral, aunque no le gustara. Fue extraño para ambos, supongo.

Black” fue triste. Fue triste porque es un gran tema para abrazar, y no tenía qué abrazar. Fue triste porque lo escuchamos a medias juntos por celular, y descubrí que la conectividad no es total. Fue triste porque ella hubiera dado lo que fuera por oír a la banda en la radio, y descubrió que la conectividad, después de todo, no era total. Fue triste para ambos, supongo.
Yellow Ledbetter” fue increíble. Increíble porque los errores ya los habíamos cometido, la rudeza ya la habíamos tragado, la extrañeza ya la habíamos asimilado y la tristeza estaba superada. Era hora de disfrutar, la conectividad parcial importaba un pepino, porque los minutos se multiplicaban como peces y panes, porque ambos escuchábamos al unísono las inmortales “Can you see them out on the porch but they don’t wave”, mientras pensábamos que estamos juntos, que escuchamos juntos. Que vivimos juntos. Que nos equivocamos juntos, que sufrimos juntos, y que lloramos juntos. Y decidimos sorprendernos juntos. Fue increíble para ambos. Y eso lo sé.

viernes, noviembre 18, 2005

En Cartelera









sábado, noviembre 12, 2005

Urbi et Orbi en caos (1ra Parte)


En la obra póstuma de Carl Sagan, “Miles de millones”, el autor describe sus sensaciones con respecto a una postal que cuelga en su baño, y que dice:

Querido amigo: Sólo unas líneas para decirte que estoy vivo y coleando y que lo paso en grande. Es magnífico.
Afectuosamente,
WJR

Lo simpático es que la imagen de la postal muestra una foto en color de un trasatlántico de propiedad de White Star, llamado Titanic. Y la fecha dice 13 de abril de 1914, un día antes del ya cinematográficamente famoso hundimiento.

En el siglo pasado, el ser humano vió sobrepasar en tres ocasiones sus potencialidades. La primera, en 1914, cuando la magnificencia del hombre chocó con un iceberg a las 11:40 del 14 de abril, y su ego se hundió pasadas las dos AM en las heladas aguas del paralelo 41° 43′ Norte, Meridiano 49° 56′ Oeste. La segunda, cuando tras diversas tensiones entre locos, expertos y grandes estadistas, el mundo se encontró con la tecnología suficiente para que, de golpe y porrazo, llegara una guerra mundial que involucró a muchas naciones, y que costó 50 millones de muertos, 20 millones de militares y 30 millones de civiles, que incluyen a las victimas del holocausto nazi. Y la tercera, si bien no ha sido probada aún, para muchos consiste en el descubrimiento del genoma humano, lo que ha permitido la experimentación genética en seres humanos y animales, con la consiguiente clonación y quien sabe que más.

Debemos tener claro que las consecuencias de cada uno de nuestros avances no suelen ser notados en la época que nos corresponde. Nos tomó unos 30 años descubrir el daño que generan los CFC, otrora gran invención, y nos tomará unos 50 o 60 años reparar el perjuicio generado en la capa de Ozono.

Estas últimas semanas, el mundo ha fijado sus ojos en Europa. La crisis que azota los suburbios de Francia radica en motivos que hemos visto hace 50 años, y que tienen que ver con la intolerancia de un grupo reducido de personas hacia otro mayoritario, en un entorno y sistema que nos es común, tanto por experiencia directa como por historia universal, nos guste o no.

Pero la conexión entre vehículos quemados por ciudadanos franceses de proveniencia africana y árabe, y los tres eventos mencionados al principio del texto, tiene que ver con que el desarrollo del ser humano implica consecuencias tanto positivas y negativas. Y en este caso, la creación la Unión Europea como bloque, y su concepto de sociedad civil unida y en paz, corresponde al cuarto invento del ser humano, esta vez político y económico, que puede pegarnos en las narices y dejarnos, por cuarta vez en nuestra vida, inconscientes durante un buen rato.

Las bondades de la UE son claras, pese a los disturbios, al igual como fueron los avances de la ciencia, pese al Titanic, la 2GM y el genoma humano. ¿Está mal enfocado el bloque Europeo? Si, si analizamos las injusticias e intolerancias que surgen de las naciones participantes. Pero el mismo bloque logró unir a Francia y Alemania, otrora contrincantes históricos.

Los alzamientos no son sorpresa. No podemos olvidar que hace un tiempo, Francia estuvo a punto de elegir como su máxima autoridad a un nacionalista extremo. Y lo mismo ha ocurrido en otras naciones del continente europeo.

El sistema se está resquebrajando. Las injusticias sociales que genera la economía como esquema están teniendo consecuencias. Pero el tema acá no son los empresarios ni los gobiernos. Son las personas. Y el incesante trabajo social y psicológico que ha significado intentar asemejarnos unos a otros, que comenzó con la Iglesia Católica hace dos mil años, y que sigue hoy, comienza a chocar con la realidad. Esa que dicta que no somos iguales. Que tenemos diferencias claras tanto en asuntos morales como sociales y culturales, independiente del color de la piel. Esas mismas que ha ocasionado la desigualdad social en Francia, los Sin Tierra en Brasil, los piqueteros en Argentina, y los disturbios que han acompañado a cada una de éstas manifestaciones sociales, que cada día que pasa, están més dispuestas a gritar “queremos igualdad”, cuando la realidad dicta que “quieren libertad".

Próxima entrega: rol de los medios de comunicación en el nuevo orden…

miércoles, noviembre 09, 2005

SupermAllende

Traducción del texto de Patrick Hunt. El original en inglés, aca


Es divertido hipotetizar sobre que habría pasado si un momento clave en la historia hubiera ocurrido de manera distinta.

Por ejemplo, si ciertos jugadores de Magallanes no se hubieran juntado en el Quitapenas para quejarse por quien sabe que, Colo Colo no hubiera nacido nunca, desapareciendo el concepto de equipo o hinchada popular asociada a un indio. De esta forma, el “Flaco” del “Dinamita Show” no se hubiera transformado en un icono popular del humor, al no aparecer en el Festival de Viña del 1996, dejando un vació horrible en el espacio humorístico del clásico evento.

Guardando las diferencias, el escritor Mark Millar hizo lo mismo con el superhéroe más popular de todos los tiempos en la novela gráfica “Superman: Red Son”. Lo que el lector obtiene es una historia realmente interesante, y no se necesita ser un freak del comic para apreciarla.

Millar recontextualiza a Superman como un héroe soviético. Y en vez de caer en Smallville, el hombre de acero aterriza en una granja colectiva de Ucrania. Por consiguiente, se transforma en el campeón del socialismo, y líder de la URSS, continuando el gobierno de Stalin.

Todo es al revés. Estados Unidos pierde la Guerra Fría, transformándose en un país rebelde que se cae a pedazos, mientras trata de mantener de manera desesperada sus ideales democráticos y capitalistas. Nixon es asesinado, mientras que Kennedy se casa con Marilyn y se transforma en Presidente en los años 70. Batman es un terrorista. Louis Lane se casa con Lex Luthor, uno de los hombres más inteligentes del mundo, que también llega a la Casa Blanca, acompañado por Jimmy Olsen, el ex pelele reportero gráfico del Daily Planet, como vicepresidente. El comunismo reina el mundo, y bajo el poder de Superman, el hambre, al enfermedad y el dolor son erradicados.

“Red Son”, primera entrega de una trilogía, es una idea simple, pero no menos brillante. Uno puede pensar “cómo no se le ocurrió antes a nadie”, como el chicle o los minibuses de cuatro puertas.

Las 141 páginas de “Red Son” relatan cuando Superman descubre el poder, lo adquiere y, finalmente, lo deja. Los dibujos son fascinantes, descartando la “S” del pecho de Superman, siendo reemplazada por la Hoz y el Martillo. Incluso la máscara de Batman es reconfigurada para parecer un sombrero típico ruso. La escenificación de la fría Moscú esta muy bien lograda, al igual que la edad otorgada a Luthor, Lane y Superman en los últimos capítulos del libro. Y si bien los textos son típicos de cómic, logran dejar suficientes elementos a la imaginación, aunque entregan la información necesaria.

Sin embargo, lo realmente llamativo de la historia no tiene que ver con su originalidad ni creatividad, sino con las preguntas que planeta al lector y que tan relevante es la historia ante los temas contemporáneos.

La línea que define los buenos y malos es borrosa. Y mientras uno apoya a Luthor porque es estadounidense, también se apoya a Superman porque… vamos, es Superman. Y aunque éste se transforma en el Orweliano “Hermano Mayor”, su objetivo final es buscar lo mejor para todos. Claro, las libertades civiles y personales toman el asiento trasero frente al mayor interés social, pero esto no es tan grave si estamos hablando de un mundo cercano a la utopía. Es la gran pregunta post 9/11: en el nombre de nuestra protección y seguridad, ¿A que debemos renunciar?

Millar nos fuerza a ver el mundo, especialmente Estados Unidos, a través del colorado lente comunista, y la imagen no parece ser tan mala.

Ver a Superman con una iluminación completamente diferente es verse a uno mismo de manera completamente diferente. Representa todo lo que es puro y bueno de Estados Unidos, pero acá usa un nuevo tono de Rojo. Aunque, en tiempos difíciles, como ahora, incluso un Superman comunista no es una idea tan descabellada.

Imágenes

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lunes, noviembre 07, 2005

Valsesito peruano


Cuando escribo esto, el ex mandatario peruano Alberto Fujimori confirma su presencia en Chile. Rara cosa esta. Y el que las cerca de 20 órdenes de captura que emanan de Perú sobre el perseguido incaico no tengan validez jurídica en Chile, no hacen más que complicar de sobremanera la relación entre ambas naciones. O virar el escenario de manera importante. Depende como se maneje toda esta situación.

A estas alturas, es de perogrullo decir que La Moneda ha manipulado de manera horrible en la crisis con Perú. Y el problema de esto no es tanto por la situación puntual que nos aqueja esta semana, sino por lo que significa un mal manejo estratégico y comunicacional del Gobierno de Chile para sus similares en la región y el mundo.

El 5 de octubre de 1988, además de llegar la ansiada “alegría”, Chile tuvo la inmejorable oportunidad de limpiar su imagen internacional. Y tras 17 años, los mismos que le tomó a Pinochet destruir el trabajo de poco menos de dos siglos, Chile se ha transformado en un estado modelo en términos institucionales. Lo anterior gracias a que desde 1990 hasta hoy, los sucesivos gobiernos de la Concertación tuvieron que enfrentar informes Rettig y Valech; detención de Pinochet en Londres y su acertado regreso a Chile; procesamientos a militares; desafueros; etc., todo en un marco gubernamental, jurídico y político perfecto, donde la manida frase “las instituciones funcionan” responde a una realidad, no a un deseo.

El resultado de estos años de dura labor publicitaria son las impecables relaciones de Chile con naciones relevantes en el contexto global, lo que nos permitió firmar un TLC con EE.UU rechazando case de manera paralela la invasión a Irak, posición aplaudida a rabiar por las naciones más progresistas del mundo, y que incluso nos otorgó un pequeño cameo en un filme del orondo Michael Moore.

La situación actual es la siguiente: los argumentos legales con respecto a los límites entre Chile y Perú están confirmados por las autoridades e instituciones chilenas, y por sus pares incaicas. Y tanto la Armada Peruana como su marina mercante han considerado la tesis chilena como la frontera marítima real en los últimos 50 años, confirmando de facto la teoría del límite paralelo.

Por lo tanto, el Gobierno sabe que, de llegar a instancias litigantes, todo fluye a favor de Chile, desde la legalidad hasta la imagen de Chile como estado-nación. Y, por el momento, los percances del gobierno en la materia no han sido tan graves como para manchar la hoja de vida tricolor, que en comparación a la peruana, nos permite cosechar lo sembrado.

La “sorpresiva” aparición de Fujimori en el Merino Benítez no hace más que complicar la trama. La opción de que Chile extradite al japonés está ahí, en manos de cualquier juez local que pida su arresto y expulsión. Y el valor que pueda tener el ex mandatario en este escenario es aún borroso. Algunos dicen moneda de cambio. Pero el que el peruano haya arribado a Chile en este preciso segundo no parece coincidencia. Estando las cosas tan frágiles, en un año especialmente tumultuoso entre Torre Tagle y la Cancillería chilena, cualquier acción y reacción levemente brutal puede voltear el escenario de manera grave. Y en esto, Chile tiene mucho más que perder que Perú.

sábado, noviembre 05, 2005

Crónica del 1900

Hace 100 años
SOMBREROS. Han vuelto a aparecer en el Teatro Municipal damas con grandes sombreros. Se pide hacer valer la prohibición municipal en tal sentido.
- EL Mercurio, 4 de noviembre 2005, Cuerpo A, Pág. 2













Ella se sentía sexy. Tras dos horas de desenfrenado sexo con el servicio, específicamente con los dos jóvenes que cuidaban las caballerizas, doña Englantina Eyzaguirre Risamonti quería seguir con la juerga mental. Claro, ya llevaba dos meses engañando a su reputado esposo, balmacedista senador de la República, y necesitaba variar su rutina. Pero como mujer del caballero, no podía subirse a un caballo desnuda y recorrer la Plaza de Armas (aunque bajo José, sobre Pedro, rodeada de heno y relinchidos, durante una noche muy iluminada en todo sentido, la idea se le cruzó por la cabeza y entre las piernas).

Las fantasías solían llegar solas, junto a las ideas de revolución personal. Tomaba brandy a escondidas, la señora Eyzaguirre. Fumaba cigarrillos tras las sesiones hípicas nocturnas, la señora Eyzaguirre. Pero nunca se le habría ocurrido violar la ley (no de manera pública, claro está). Menos cuando conversó sobre cuanto echaba de menos los grandes sobreros durante la misa del domingo, ya que tras recibir las miradas de horror por parte de sus católicas amigas conservadoras, con las que sólo tenía en común la tendencia política de sus maridos, recordó que la policía los había prohibido en instancias sociales.

Pero doña Englantina compartía con otras damas, muchas de ellas algo más liberales, al punto en que se manifestaban con los grandes sobreros en ciertas ocasiones sociales, aunque todas de manera privada, ya sea en el británico té de las cinco o durante los juegos de canasta, donde las más osadas hablaban del tabaco indio que el navío trajo hace dos meses (situación que nuestra reputada señora envidiaba con placer, puesto que sus experiencias tabacaleras se limitaban a los productos que José producía de manera personal en la hacienda donde trabajaba su padre, aunque nunca se quejó, pues su interés, más que un cigarrillo, era el puro de José).

Así nació la idea de ir a la presentación de “Hamlet” en el Teatro Municipal con el sombrero más grande que podría encontrar. El problema comenzó cuando, tras emanar ideas potrilleras con el sobrero en su cabeza, y luego de ver pasar a Pedro con el azabache rocín de su respetado esposo, decidió acudir a los establos a “disfrutar del majestuoso espectáculo que ofrecen los caballos al correr”, como solía decir a su marido al notar su ausencia.

El problema es que la reunión política que el Senador organizaba todos los jueves se acortó, situación indirectamente proporcional al ímpetu de Pedro y José, por lo que la reputada dama debió salir corriendo, dejando su enorme sombrero sobre el jamelgo de su esposo. Pero se sentía sexy, y esto se transformó en la menor de sus preocupaciones.

Cuando salían de su palacete camino al Teatro, el acertado José tuvo la brillante idea de entregarle el sombrero a la señora cuando estaba en la carroza, el que “había dejado olvidado en el foyer”. Bien merecidos tuvo los 100 latigazos postreros, ya que olvidó retirar la paja (heno) presente en las plumas, revelando a gritos el secreto a voces que el servicio conocía, y que el Senador hacía caso omiso.

Para consuelo de todo el mundo social, nadie echó mucho de menos a Englantina Eyzaguirre Risamonti esa noche en el teatro. “Se enfermó de manera fulminante” repetía el Senador entre escenas. “Quizás no encontraba el sombrero apropiado” cuchicheaban las señoras de alcurnia. “200 merecía el desgraciado”, dijo Englantina más tarde, antes de morir por intoxicación digestiva. “Igual estaba buena la iñora”, decía José, entre risotadas, con Pedro, mientras sanaba las heridas de su espalda consumiendo vino por la garganta.

jueves, noviembre 03, 2005

De Rusia con amor


Cuando el mundo fílmico concreta ciertas tendencias de género y, por lo tanto, los grupos de fanáticos se agrupan casi por zonas geográficas, siempre es interesante ver apuestas que traspasan tales nichos dramáticos. Y cuando esta apuesta tiene que ver con el cine fantástico de acción, que ha sido dominado casi enteramente por Hollywood, con enormes presupuestos y niveles de taquilla, la apuesta es más interesante.

Esta inquietud me nace con dos filmes franceses. El primero, “Les Rivières Pourpres”, un thriller policial similar a “Seven”, protagonizado por Jean Reno y el maldito de Vincent Cassel (se come a Monica Belluci); y el segundo fue “Le Pacte des Loups”, historia de acción fantástica, con una imaginería exquisita, llena de personajes dignos de comic (ya quisiera una figurita de acción de alguno de los personajes de esta cinta, entre ellos, nuevamente la Belluci, que se ve más rica que en Matrix). Descartando la presencia de tan bella mujer, ambas cintas son muy recomendables. El punto es que cuando supe de “Guardianes de la Noche”, cinta rusa sobre poderes de la luz y oscuridad pululando por las calles de Moscú, no me quedó más que desearle lo mejor, y esperar algo similar.

El filme responde absolutamente a esos parámetros. Al menos durante el tiempo que dura, como buena cinta pop corn, que batió récords de taquilla e inversión en su Rusia natal. La historia no se queda en veremos a la hora de imaginar: dos grupos eternamente peleados luchan por mantener el equilibro en el mundo. Los primeros, Guardianes de la Noche, se dedican a vigilar a los nocturnos, principalmente vampiros, mientras que estos últimos, cuidan el día de los excesos de los seres diurnos, formados por mutantes, videntes y demases. El tema es que dicho equilibro se romperá este año, cuando el Gran Señor de los “otros” defina a que grupo se adosará, dando inicio a una cruenta guerra.

Cuando la narrativa es así de simple, el poder queda en manos de los guionistas, para otorgar giros y nudos argumentales dignos, y en las de los técnicos, que entre tanto ser extraño, deben ser capaces de otorgar realidad a las mutaciones y sensaciones. Y el objetivo está absolutamente logrado.

También es llamativa la dinámica de funcionamiento de ambos grupos, donde la vigilancia se transforma en una especie de seguridad ciudadana, y cuando alguien viola dichas reglas, aparecen los “pacos” para sacar partes. Llega ser chistoso, pero funciona de acuerdo al sistema social actual. Se gritan órdenes del tipo “Somos guardianes de la noche!!! Salgan a la luz!!!”, y algunos miembros del orden son amigos de los malos.

De existir un pero, éste podría pasar por los ritmos y formas imaginativas del filme, las que son propias de la cultura rusa. Y al igual que el cine oriental, que funciona a un paso desesperantemente distinto, da la sensación que ocurre algo similar en este filme, pero en elementos más visuales que narrativos. Mucha oscuridad y mucha tensión a ratos, las que pueden cansar. Por eso es clave ver “Guardianes de la Noche” con un espíritu positivo, con la cabeza abierta a experimentar. Porque cuando uno lleva casi 20 años disfrutando cintas de acción al ritmo estadounidense, que tiene casi 100 años de duración, el cambio puede ser dramático. Aunque, a fin de cuentas, es sólo cine de acción, sin mayores pretensiones. Y, a ese nivel, “Guardianes de la Noche” funciona de perillas.

martes, noviembre 01, 2005

Elementos Perfectos


Cuando el director francés Luc Besson golpeó el mundo fílmico con la preciosa “Azul Profundo”, allá por el año 1988, nadie imaginaba que se transformaría en un destacado productor de cintas de acción tipo “Transportador”, y en cantidades industriales (mientras lees esto está trabajando con 14 cintas, en distintas etapas de producción).

En algún momento de esta transición entre artista/artesano/comerciante, Besson cuajó una serie de elementos de manera perfecta para realizar una cinta inmejorable. Insuperable en estética, pulcra en actuaciones y sin mayores ínfulas. En “El Quinto Elemento”, Besson, que venía de recibir el aplauso cerrado de la crítica mundial con la llorosamente buena “El Profesional”, probó la acción hollywoodense, pero con un toque francés. Y el resultado es cine-fusión realmente notable.

Gran parte del logro de “El Quinto Elemento” está un casting que exuda calidad. Bruce Willis haciendo lo que mejor sabe y donde es el mejor de todos, al nivel de John Wayne en códigos noventeros; una Milla Jovovich exquisita, que alcanza notoriedad tras una carrera cinematográfica de dudosa calidad, y la musical de similar tono, y que puede que resalte porque, francamente, habla poco y nada (aunque hay que decir que ha mejorado mucho de un tiempo a esta parte); el mejor Chris Rock de la historia, interpretando al chistosísimo Ruby Rhod; y finalmente el notable Jean-Baptiste Emanuel Zorg, a cargo de Gary Oldman, en la que debe ser la mejor actuación de su carrera, hasta que tomó el papel del comisionado Jim Gordon para la última entrega de Batman.

Además del exuberante pelotón de interpretes, también sale a relucir en “El Quinto…” toda la estética del vestuario creada personalmente por el diseñador Jean Paul Gaultier. Bizarro y popular como pocos, el galo pudo dar rienda suelta a un universo visual de personajes, desde ladrones de poca monta hasta la Diva Plavalaguna, pasando por los guardias del hotel donde se desarrolla la acción, en un casi cameo de las vestiduras clásicas de Gaultier.

Pero todo esto no hubiera funcionado de no ser porque, en el fondo, la historia es más que decente. Una narrativa redondita, sin huecos ni nada por el estilo. Un cuento que Besson venía trabajando desde joven, y que tras dos experiencias notables, como son “Azul Profundo” y “El Profesional”, permitieron al galo generar una cinta memorable, con gancho. De esas que te permiten adosarte al televisor sin remordimiento alguno. “El Quinto Elemento” funciona de buena manera como cinta de acción, pero al ser el resultado de la estética, narrativa y diseño francés, deja de ser una película más y se transforma en un espectáculo visual notable, donde el concepto “placer culpable” no tiene cabida en lo absoluto.

En TV...