sábado, diciembre 31, 2005

En la Torre de Babel...


Estoy en la Torre de Babel. Supongo que los textos sagrados se referían a algo similar a Barcelona cuando mencionaron el enorme edificio para llegar al cielo, donde nacieron los idiomas y todo eso. Mis primeras experiencias sociales fueron con argentinas, mexicanas, galesas, australianos, daneses y portorriqueños, en español e inglés indistintamente.

Igual esta wea es un infierno social. Desagradablemente lleno de todo. Atiborrado de colores, tonos e idiomas. Son todos cool, con onda. Taquilla. Carrete, turistas, bares, gringos, fiestas, negros. “Piso Compartido” en pleno. Y los problemas de inmigración deben ser graves. Gravísimos.

Como centro neurálgico de unión entre latinolandia y Europa, hay de todo. En el centro, los negros que venden weas en el suelo salen corriendo porque vienen los pacos. Igualito que en Ahumada. 1Chile, 0 Barcelona.

Arquitectónicamente, esta mierda es la zorra. Todo es viejo y bonito. Insisto. Todo con onda. Tanta onda que me sobrepasa y me apeste de escribir.

Igual voy a ir al Nou Camp a ver a Ronaldinho. 1-1 Chile - Barcelona.


jueves, diciembre 15, 2005

Me largo



Me voy. Me largo. Escapo. Me viro. Armo mis maletas y seria todo. Me aburrí. Estoy chato. Enfermo. Me cansé de ver los mismos edificios cuando voy al centro. Me aburrí de decir las mismas frases cuando saludo al quiosquero, al portero, al micrero. Me tienen chato los choferes. Me enfermaron los flaites. Me emputecieron los cuicos. Me cansaron los pacos. Me aburrí del “weon”. No quiero pensar mas en lo que piensa el otro sobre mí. No quiero facturar por ser quien soy. No quiero tomar la micro y esconder mi bolso porque tengo la insignia de la UC pegada en él. No quiero tener que correr a una botillería porque me la van a cerrar. No quiero fondearme para fumar un caño. No quiero ver Rojo en LUN, Salas en La Tercera o Lagos en El Mercurio.

Se donde voy. Lo dice mi pasaje. Pero, de verdad, no tengo idea del lugar donde llego. No se como se trata la gente. No se si seré un chicano más o un ciudadano del mundo. No se si seré respetado como debería (o creo que debería). No se si me ganaré el Kino o me perderé en el olvido. No se que dan en la tele. No se si tendré tele. No se cuanto sale una entrada al cine. No se si hace frío o mucho frío. No se si las mujeres se abalanzarán sobre mi o si me miraran con asco latino. No se si en la futura pega me exigirán ropajes especiales, conducta intachable, comportamiento artístico, hablar otro idioma o aprender a hablar el mío. No se si tendré que aprender a pegar combos o a abrazar. No se si vuelvo. No se si me quedo.

Quiero averiguar esas cosas. Tengo ciertas certezas. Algunas expectativas. Un puñado de deseos. Un ramillete de tentaciones. Un enorme tazón de fe. Tengo amor para entregar, lágrimas para extrañar y risa para revelar. Tengo habilidades que mostrar y facturar. Tengo un plan.

Tengo 27 años. En ese tiempo he vivido en Santiago, Arica, Iquique, Viña del Mar, Wellington y Puerto Montt. 21 casas distintas. 4 familias. Desarraigado total. No tengo absolutamente ninguna aprensión con respecto a las cosas. Me importa la gente. Conocer. Averiguar gustos, dichos, costumbres. Aprender cuando decir “topetar”, “talla” o “juesu”. Cuando terminar la frase con un “hey”. Me gusta poder decirle a un chilote lo maravilloso que es vivir frente a la playa, bañarse a las siete de la tarde y tomarse una cerveza helada con 25 grados de calor en el ambiente. Esto, todos los días. O decirle a un santiaguino todo lo increíble que se puede aprender cuando vives dos años con un puñado de amigos en un internado metodista, aprendiendo sus experiencias de vida, independiente si me costó un par de sacadas de chucha.

A eso voy. Ya no tengo que más contar. Mis historias se secaron o mis oyentes se aburrieron. Voy a extraer mundo. A absorber un acento, a chupar costumbres y, al mismo tiempo, entregar vida, detalles y errores. Me voy para encontrarme de nuevo. He pasado 6 años en Santiago y, realmente, miro hacia los lados y veo que no hay nada más.

Es muy posible que haya mucho más de lo que conozco, pero no me interesa lo que ya no aprendí. No lo voy a aprender a esta edad, en mi entorno actual. Mi única salvación es teletransportarme y aparecer a un océano de distancia, con los ojos abiertos, las manos apretadas y el corazón expectante.

Deséenme suerte.

sábado, diciembre 03, 2005

La cuarta via



Acabado el huracán que me significó la visita de Pearl Jam, en medio de dos semanas insistentemente llena de emociones dispares, incluyendo viaje, premio, esperanza, derrota, violencia y amor, me dio la sensación que pude sacar algunas conclusiones con respecto a donde estoy parado.

1) Vedder y compañía estuvieron ausentes en Chile por tanto tiempo, entre muchas razones, por un conflicto con Ticketmaster. Esto, en un entorno donde su ideología política los hacía combatir al mundo, incluyendo las multinacionales de la industria discográfica. Y cuando se supo que la banda tendría a disponibilidad de los fanáticos el recital en Chile, con fotos y carátulas, en la módica suma de 5.500 pesos, me sentí orgulloso de seguir a una banda cuyos actos tenían directa concordancia con su pensamiento. Pero fue triste que muchos fanáticos, tanto o más que yo, olvidaran su defensa al pensamiento pearljamiano al tirar a la chuña los mp3 del ansiado recital, destruyendo una de las escasas instancias que tenemos para, efectivamente, doblarle la mano al “podrido” sistema en su propio terreno, y además, matando la gallina de los huevos de oro.

2) Hace unos días adquirí un librito de unos 15 x 10 cm. que versa sobre la desigualdad del sistema, el poder de los ricos, la falta de oportunidades de los pobres, el patético acceso a la cultura, y toda esa parafernalia humanista que tanto defendemos cuando nos conviene. Llamado “Zapping al chile actual”, el libro es parte de una serie de, creo, 10 tomos, que continúa la labor que, “a comienzos de los 70, la Editora Nacional Quimantú, puso en los quiscos, examinando la heterogénea realidad social del país”. Sin embargo, el exiguo tomo, que en su contratapa llora “PELIGRO: LA FOTOCOPIA MATA AL LIBRO”, cuesta 2.500 pesos, aunque tienen fotos bonitas, y los colaboradores, entre ellos Tomás Moulian, tienen mucha muñeca literaria. Además del precio, indudablemente exagerado (considerando que Maxim vale 2 lucas y la Rockaxis 1.500 pesos), estos genios debería haber deducido a esta alturas que, en Chile, la mejor forma de hacer que la gente lea es gracias a la piratería. (esquivando de antemano las posibles balas al respecto, existe una gran diferencia entre un puñado de mp3 y un libro o revista interesante. Y el valor es indudablemente mayor para éste último).

3) Hoy en la tarde, cuando venía de cobrar con exiguo orgullo mi sueldo mensual, a mis espaldas escuché un grito horroroso, como si se hubieran violado en 1 segundo a alguien. Y no estaba tan equivocado. Un “flaite”, esos que la señora Tohá defiende con fuerza de mujer, había cartereado a la mencionada dama, que de seguro venía de un lugar similar al mío (y fijo que con más sueldo). Y lo más sorprendente fue que el tipo ni siquiera salió corriendo a una velocidad inalcanzable. Trotó, e incluso emitió una burlesca risa por el estridente grito de la señora. Eso lo escuche yo porque el canalla este pasó a dos centímetros míos. En los minutos que pasaron entre el evento y mi llegada a la oficina, pensé de manera obsesiva cosas como “podría haber hecho algo. Ponerle la pata para que caiga, darle como bombo en fiesta en el suelo, esperar que llegara la fuerza policial, que obviamente no estaba en ninguna parte, etc etc”. Pero también pensaba “¿y si sale con una pistola S.A el señor flaite? ¿o una cuchilla dantesca? Aparte que nunca andan solos estos maricones, etc”. Finalmente, al igual que medio Providencia, no hice nada, llegué a mi oficina, almorcé tranquilo, y en mi casa comencé a despotricar contra el sistema.

Definitivamente estamos perdidos.

Cuando nuestros líderes de opinión, o ídolos, encuentran la llave para alterar las cosas, deberíamos hacer lo imposible para mantener firme esa creencia, y no violarla cuando no nos es conveniente.

Cuando los pensadores sociales del nuevo Chile ponen el dedo en la llaga, lo mejor es publicitar dicha información para que los afectados se den cuenta de lo que ocurre. Pero si su ideal es la igualdad, y ponen en el mercado un pequeño libro a 2.500 pesos, es difícil creerles una palabra de lo que dicen, perpetuando el concepto de elitismo cultural, el mismo que se disfrazó de pueblo en La Bastilla, derrocando a los reyes y colocándose en el trono hasta nuestros días.

Cuando en los medios de comunicación existe una fuerte campaña para destruir el espacio público, transformándolo en una especie de ring social, donde los ricos sufren de la violencia del pobre, el pobre la recibe de la autoridad, y a la autoridad le llega de todos lados, es labor de quienes utilizan esos espacios mantenerlos sanos. Pero si al primer grito de espanto decidimos mirar para el lado, hacernos los dormidos, para después despotricar contra el podrido sistema imperante, no hay nada más que decir.

Suerte.