martes, febrero 28, 2006

Viña


Y se acabó. Con una mina coronada y toqueteada en traje de baño, humoristas emocionados, cantantes anglos que no entienden que diablos es una gaviota, animadores hiperventilados y fanáticas gritando y saltando junto al artistas de turno, se fue, por cuadragésimaséptima vez consecutiva (¡uff!), el Festival de la Canción de Viña del Mar.

Y debo reconocer que, salvo las dos últimas noches, gracias a Daddy Yankee, Franz Ferdinand y Ruperto, no pesqué mucho, ya sea porque los artistas no me llamaban la atención, o porque terminaba a la hora del pico, o porque, quizás, el Festival ya no es el de antes. Aunque es muy posible que yo no sea el mismo de antes. Sea como sea, igual me sentí mal por no verlo los días anteriores.

Claro que hay cosas que nunca cambian. Y la mierda que se le ha tirado a esta versión es especialmente masiva. Que los artistas de siempre, que no hay novedad, que “otra vez el Galeón Español”, que quien demonios es D’Holmikers o a quien le ha ganado David DeMaria. Pero, me pregunto: ¿Cuál es la diferencia entre este festival y versiones anteriores?

Nada. Cero. Absolutamente ninguna. El Festival fue, como todos los años, el pan de cada día de los tarados que viajan durante semanas a conseguir la cuñita tonta, la teta suelta, la frase del día. La misma chimuchina habitual. Y aplausos por aquello. Porque sólo en un entorno festivalero se le ocurre a una rubia, con silicona por cerebro, tirar a tres niños a la piscina cuando la “lleina” disfrutaba su piscinazo. Y eso nos permite decir “que tontas son las modelos que tiran peques al agua de puro despechadas” o “que pava es la lleina, que no defiende sus derechos de soberana electa democráticamente”. Fruslerías deliciosas. Una hamburguesa de mierda que podemos disfrutar y vomitar al unísono.

En un rápido repaso a quienes nos visitaron este año, debo decir que estuvo todo bien. Salvo un par de “errores” en el orden de los cantantes, lo que permitió al mítico monstruo despertar de su criticado descanso, y un sonido como el pico, el Festival cumplió.

En calidad, el choclo desgranó bien. Miranda! sólido. Juan Luis Guerra, clásico. Feliciano un astro. A-ha, pura calidad técnica. Los Chancho, en la de ellos. Coco Legrand, ídolo. Daddy Yankee notable. Franz Ferdinand, potentes. Y La Gran Sonora de Chile puso el baile de la fiesta. Poco más de uno por noche. Pa’ qué más, si las noches de festival pertenecen al grupo de fanas de la banda principal. Ellos son los dueños de la noche. Ellos verán si los otros merecen antorcha, gaviota o una rechiflada de aquellas.

El otro grupete de artistas son las nubes del ramillete. Carne pa’ la bestia. Maní pal’ mono. Andy y Lucas, Carlos Garcia (que salvó), Julio Sabala, Estrada, Martyn Chabry, D’Holmikers y David DeMaria. Son los cristianos del Circo Romano estival. Los que van a morir saludando a los césares, que cubiertos por el anonimato, repudian en masa.

Y de ahí viene el resto. El relleno. Illapu. Joe, etc. Si les va bien, bakan. Sino, no importa. Aunque siempre con altas probabilidad de éxito. Nadie se arriesga tanto. Si no, no se venden entradas.

Así, todo funciona como un relojito. Entras tú, te matan, sales, la gente ruge, Lagos payasea, la Myriam lo controla, sale el pelilargo galán que canta a veces, las féminas gritan. Show, drama, descontrol, golpes, prensa amarilla, contactos en vivo, credenciales mulas, llanto, risas, tetas, fiesta y un laaaargo etcétera.

Hoy hay nueva licitación. El festival puede largarse a otro canal. Puede volver Vodanovic. O Lagos. O quizás entre el tio Rafa, o Camiroaga, acompañados de la reina actual. Sea quien sea, tienen claro que no podrán innovar ni variar. No piensen en traer a Pixies, Pink Floyd, ni a el Cuarteto de Cuerdas Clásicas de Moscú ni pavadas como esas. El Festival es un auto coreano. Con bencina de 97 octanos se ahoga. No sirve. Disfruten, que es lo que hay. Bien chileno. Rico, harta grasita de shansho, pero la posterior patada en el hígado os las encargo.

PD: Disculpas por la foto. Me dio paja seguir weando en photoshop.

martes, febrero 21, 2006

Parabrisas y parachoque


Hace unos días, una pareja tuvo que detener su viaje por las flamantes autopistas que adornan el lindo rostro de Santiago. ¿La razón? Un ostrogodo, que obviamente aún no es capturado, tuvo la brillante idea de lanzar un bloque de cemento de 10 x 8 cms. y de más de 3 kilos, hacia el pavimento de la Costanera Norte, impactando contra el parabrisas del vehículo que manejaba Francisco Javier Jordán, aunque la afectada de mayor gravedad fue su copiloto, Sharon Lee Campbell, que sufrió fractura en la mandíbula, nariz, y pérdida de varias piezas dentales.

Dejando de lado el hecho de que la empresa concesionaria no haga parte en este caso, y de que Gladys Valck aún no se recupere del ataque similar que sufrió el año 2002, lo que más impacta es que estamos en un dilema social de proporciones catastróficas.

¿Podemos, como ciudadanos serios que pagamos cerca de 3 mil pesos en seguridad por viaje, dejar que mongoloides escudados por la ley y protecciones sociales al menor, al desposeído, al de menos oportunidades, al drogadicto, al cesante, al de pelo chuzo, al que tienen que trabajar duro para vivir, al torpe, al infrahumano, o a lo que se le ocurra al superhéroe de turno, dejar que estos tarados dejen tras las rejas mi ciudad?

La planificación de Santiago es, claramente, como el pico. Y como los de arriba se vieron afectados por la distancia que debían recorrer en su SUV con cierre centralizado y Cruise Control, entre el aeropuerto y su casita, y no les bastaba con irse por Vespucio, vía Pirámide, hubo que hacerles una pista de juguete, para que metan chala y toquen su bocina.

Antes al menos alguien se preocupaba de pintar los edificios de la entrada a Santiago vía Las Rejas. Hoy, eso no es necesario. Ahora, los indios deben mirar como pasan las caravanas por arriba de sus cabezas, mientras se comen las uñas de sus pies, esperando que las piedras se transformen en camotes dignos para ser lanzadas al negro y plateado rio urbano.

Pero lo que realmente asusta no es el desesperante damero de mi capital, ni la desidia de quienes tienen todo y no les importa nada. Ni siquiera es tema acá la manida puerta giratoria del sistema penal chileno, ni caben en esto los ya enfermantes manifestantes anti Pascua Lama. Lo peor es ver que en el entorno de aquellos infrahumanos nadie hace nada. No piensan en civilización, no piensan en ciudad, no piensan en nada. Sólo les importa la justicia cuando uno de los suyos es asesinado fuera de una botillería por cien pesos. Si uno de ellos es de los que tiran piedras a los parabrisas de incautos, pues que se mueran.

Lo único que me da algo de esperanza es que, en este equilibro precario en que se balancea el mundo, espero que tanto Valck como Jordan y Campbell hayan sido de aquellos miradores en menos, de esos mierdas que tiran el vuelto en el cuadradito plástico de la propina, de esos hijos de puta que no reciben la bolsa en el supermercado de la mano del niño con espinillas. Si los tres afectados por piedrazos en las nuevas venas abiertas de Chile son de ese tipo de ciudadanos, pues merecido se lo tienen, y que se pudran en su supremacía.

domingo, febrero 05, 2006

SinSentido común


Es interesante analizar el concepto de libertad en una sociedad con diferencias tan claras como la que vivimos. En España, en enero se aprobó una nueva ley sobre el consumo de cigarrillos en lugares cerrados, la que, técnicamente, aclaraba que era decisión de cada uno de los dueños de los locales sobre si en su establecimiento se fumaba o no. Obviamente, dicha ley generó una serie de problemas para los fumadores.

Paralelamente a esto, también en la madre patria, en la agenda política subsistía de manera obsesiva el tema del Estatut de Catalunya, especie de constitución local que se vio alterada tras la queja de los catalanes por el alto monto que debían pagar en varios impuestos, entre ellos, vivienda. Claro, en una ciudad cosmopolita como Barcelona, donde arrendar una pieza cuesta alrededor de 183 mil pesos, la diferencia del costo de vida es sustancialmente superior al de Sevilla y otras localidades menos “taquillas”.

La aprobación de este Estatut implicó la inclusión de la palabra “nación” en el documento, levantando la airada reacción de los miembros del Partido Popular, especie de derecha peninsular, en contra de los del PSOE, socialistas en el Gobierno. Y mientras tomaba vino con dos catalanes de verdad, en las noticias se mencionaba la “destrucción” de España, el renacimiento de nacionalismos que recuerdan al infame ETA (con la cueca del Batasuna aún caliente), y ese tipo de cosas.

Y en eso estaba cuando, revisando la prensa, leo lo siguiente: “Dinamarca no se disculpa por caricaturas de Mahoma y anuncia ‘consecuencias impredecibles’”.

Simpático escenario. Tras unos dibujos publicados en un diario danés, y que los islámicos resintieron, éstos últimos decidieron incendiar la embajada de Dinamarca en Siria, y de paso afectando las sedes diplomáticas de Suecia y Chile (el mundo se achica de manera impresionante), tres países que defendieron con uñas y dientes el “No a la invasión” que la ONU intentó imponer a Estados Unidos.

Y mientras ocurre esto, Tío Sam trata de financiar una guerra en contra del “terrorismo”, conflicto absolutamente censurado por el mundo liberal, esta especie de contracultura que hace rato tiene precio y compradores, porque para todo, existe Mastercard.

Cuándo una nación entera se rebela, rechazando elementos que el mundo occidental hace tiempo decidió dejar atrás, y decide destruir aquello que resiente, ¿Cuándo se acaba el momento de ser pacíficos?

Hace poco más de un mes, miles de hijos de inmigrantes árabes y africanos en Francia decidió aburrirse de aguantar mierda y salió a quemar miles de autos en distintas ciudades galas. Y ya olvidamos aquello.

“Rebelión” gritan los liberales. “Libertad” lloran los rebeldes. “Caos y Anarquia”, “Nuevo Orden Mundial”, etc. son los nuevos viejos clamores del mundo que se resiente de a poco. Pero yo no estoy dispuesto a que un tarado venga a mi casa, raye mi muro, queme mi auto, invada mi embajada, me imponga que debo pagar más que otros e, incluso, no me deje fumar donde se me ocurra.

En Suecia ya existen sectores hacinados de fumadores dentro de discoteques, porque la ley dice que todos nos vamos a morir de cáncer si fumamos todos juntos. Ya vendrá la ley que me prohíba fumar en mi casa, porque puede llegar gente no fumadora y de ahí es un pasó a la prohibición, porque lo ecologista vende, los huevos de “gallina liberada” ya existen y creemos que seguimos siendo rebeldes al no comprar ropa de marca, no tomar Coca Cola o no comer McDonald, o porque fumarse un Marlboro “es un signo de que estás encadenado al consumismo que te mata de a poco, porque te tiene atrapado con vicios antiguos y, más encima, le ayudo a echarle bencina a la lancha del nieto de uno de los capitalistas más poderosos y bastardos que existen en la tierra”.

¿Me importa si a unos islámicos les molestó el dibujito? Me da exactamente lo mismo. Se que no todos son así, pero si a un grupete de imbéciles se le ocurre que pueden autodestruirse con 5 kilos de TNT en un metro inglés, todo porque “el Corán lo indica”, algo malo hay allí, digan lo que digan. Y hasta que algún lider islámico sea lo suficientemente convincente para explicarle a éstos idiotas que ese no es el camino, el Islam es una religión en la que no confío. Como tampoco confío en los ecologistas liberales, porque si en algún momento decidieron lanzar pintura a los abrigos de piel de las poderosas, ¿qué los limita a tirarme agua cuando fumo? Y ya que eso vende, ¿por qué no aprobar una ley que te impida fumar a 1 metro de un no fumador? Y ya que estamos ahí, prohibamos el consumo de cigarrillo.

Al final, es lo mismo que la marihuana, pero la yerba es el signo de los liberales, hippies, artistas, y pobre de ti que la rechazes, pues serás un absorbido por el sistema. Aprobamos o rechazamos por las razones más extrañas, y las consecuencias son impredecibles.

Váyanse a la chucha. Me voy a fumar un cigarrillo, riéndome del Corán porque es antiguo, los inválidos porque tienen limitaciónes, las gordas porque nadie las pesca, los enanos por enanos, los negros por inferiores, los franceses por nazis, los gringos por weones, los que votaron por Bachelet porque creen que con una actriz en un ministerio el mundo es feliz, los que votaron por Hirsh porque perdieron su voto como Hirsh perdió sus locales, los que votaron por Piñera porque creen que le doblaron la mano a la UDI, los que murieron en la guerra por creerse inmortales, los maricones sidosos por que van a morir, los peruanos por muertos de hambre, etc. Todos me merecen mi burla, porque hemos tenido una civilización de millones de años, y todavía no entendemos lo que significa sentido común.

Jay Kay me puede besar las pelotas.