Nacionalismo

Actualizé mi blog de cine. Lean y comenten, independiente si conocen la pelicula, los actores e, incluso, el invento llamado celuloide.

Gracias
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Dada mi larga ausencia, y a un día del final de la Copa del Mundo, me veo en la obligación de tratar un tema relacionado con el evento, pero lejano a los avatares balompédicos que convocaron a gran parte del mundo a mirar hacia Alemania.

Hasta hace muy poco la nación teutona fue un país con serios problemas a la hora de ensalzar su patriotismo hacia el mundo. Una cruda historia de nacionalismo grosero, con consecuencias cruentas para la humanidad, fueron la piedra de tope de la nueva Alemania post guerra. Y aunque milímetro a milímetro, las nuevas generaciones han podido levantar la cabeza hacia sus autoridades y hablar de lo que no se habla, esta evolución siempre se mantuvo dentro de las fronteras, en una especie de procesión interna que ha marcado a fuego los hilos de la historia germana.

Si bien la creación de la Unión Europea logró disminuir este autoexilio, lo cierto es que los aspectos económicos y sociales unitarios que generó el bloque no fueron razón suficiente para que los nuevos alemanes miraran con orgullo su pasado, que, vale decir, tras el término del Tercer Reicht, ha estado lleno de pasos para mirar con admiración y confianza.

Similar caso ocurre con Estados Unidos. La potencia del norte, eterno invitado de piedra en las Copas del Mundo, genera escozor en gran parte del mundo occidental. El actuar político de sus autoridades ha generado una especie de rechazo general y elemental a todo lo gringo. Y si bien Estados Unidos no ha tenido un papel preponderante en la historia del fútbol, ni siquiera el año 1994, es en las citas planetarias donde las fanáticos estadounidenses pueden bailar con su bandera pintada en la cara y flameando en un poste, junto a la francesa y la misma tricolor alemana.

La constricción nacionalista alemana queda en el suelo durante esta Copa del Mundo. Analistas deportivos de la BBC y CNN han remarcado, con insistente orgullo, que nunca en la historia de Alemania, ni siquiera para la final del Corea Japón 2002, se habían visto tantas banderas flamear en suelo teutón. Y en estudios al respecto, la conclusión es la misma: hace mucho tiempo que los alemanes no gritaban Deutschland con tanto orgullo como el del pasado mes.

Y, quizás lo que es mejor, todo el mundo ha sido testigo del renacimiento social alemán. Fue cuando todo el mundo miraba cuando los germanos decidieron gritar a los cuatro vientos que existían, que el pasado quedo enterrado, y que en el futuro se encargaran de mantenerlo así. Lo mismo ocurre con los fororos estadounidenses, que han visto la oportunidad de correr, bailar y saltar con sus colores y estrellas, sin recibir castigo alguno. El mundo entiende de que se trata, sabe como va a terminar el asunto, y de seguro todos irán a tomar unas cervezas después de los 90 minutos, para quizás encontrarse, quizás conversar y quizás lamentarse por su suerte deportiva, todo esto, con restos de una pintura amarilla, roja y negra, o blanca azul y roja, en la mejilla o en la frente. Esa misma frente que pudieron alzar con orgullo durante 64 partidos de fútbol, cada 4 años, frente a clásicos o nuevos rivales.

Es mucho mas que fútbol.